Muchas veces me siento como un hombre frustrado. Frustrado al ver que tantos sueños que tengo y he tenido en mi mente no se realizan. Trato muchas veces de preguntarme por qué. ¿Por qué no puedo realizar mis sueños? En gran medida porque mis sueños son difusos, grandiosos incluso pero difusos en los detalles, irrealizables.
Sueño, por ejemplo, en tener la página web perfecta y termino rondando en detalles que no logran conseguir un resultado satisfactorio. Termino en tareas repetitivas y consumidoras de tiempo que no se reflejan en grandes avances. No me considero una persona perfeccionista pero termino actuando como una. Y este es uno de los sueños en los que he puesto algo de empeño.
¿Tengo mal planteados mis metas y mis prioridades? Veamos. Hay muchas cosas que quiero. Quiero poder ganar el dinero suficiente para no tener que preocuparme del dinero. Quiero tener una casa amplia, diseñada como a mí me gustaría una casa fuera, en la que pudiera pasar mi tiempo conectándome con el mundo y creando mis mundos. Quiero llevar a mi esposa a conocer los rincones de este mundo; descubrir juntos cómo es Londres o llevarla a conocer los parajes de Estocolmo. Quiero encontrar el sistema político perfecto para mi país y lograr que se implemente. Quiero construir empresa que pueda dar empleo y me satisfaga personalmente. Quiero poder viajar en un tren rápido de Bogotá a Cartagena sin temer por un atentado guerrillero. Quiero pasear por la luna, bañarme en un atolón en el Pacífico, saltar al bungee, publicar un libro, sembrar un árbol y criar un hijo. Quiero estudiar un doctorado. Quiero aprender a bailar salsa y a conducir como un escolta. Quiero bajar mi barriga y poner mi peso dentro de un límite saludable. Quiero poder nadar un kilómetro al día y sin agotarme. Quiero el último computador del mercado y quiero la paz en mi país y en el mundo.
Sé que mucho de esto está fuera de mis manos, muchas otras cosas no. Pero es tan difícil poder lograr todo eso que fácilmente desisto.
Si hay algo que quiero eso es ser el hombre que ideo ser. Sé que mi formación como cristiano, lasallista y javeriano me han dado una serie de valores que aprecio y que veo como el ideal del ser humano. Si hay algo en lo que me siento frustrado es en que yo no soy tal hombre. No soy noble ni humilde. No soy paciente pero sí pasmoso. No soy justo ni tolerante. Me irrito a veces con facilidad, soy en ocasiones demasiado susceptible a la crítica y a la indiferencia. No soy responsable ni siquiera con mis más personales deseos. Y no soy capaz, en definitiva, de poder planear y priorizar mis metas e ideales.
He querido tratar de ver mi situación actual como lo que no me he convencido de que sea: una oportunidad. La verdad es que estoy perdido entre un mar de pensamientos entre lo que quiero ser y lo que no quiero ser y, en definitiva, no he logrado hacer nada. Perdí mi empleo. Sí. Y aunque en la Ericsson me hayan tratado de convencer que simplemente fue una cuestión de política y que en nada tuvo que ver mi desempeño, aunque me digan que aún me esperan para poder hacer como free-lance lo que no hice como empleado, la verdad es que perdí mi empleo, mi trabajo, mi sustento. Y aunque aún siento dolor y algo de rabia por todas las oportunidades que no me dieron, este dolor es en gran medida también conmigo mismo.
A veces no sé si es que culpar a los demás es un escape a mi propia irresponsabilidad o si algo hay de verdad en aquello. Ahí está mi tía, por ejemplo, tratando de convencerme de que me olvide de Ericsson porque Ericsson no me ha dado nada... y pienso así en el curso de introducción a AXE que tanto pedí, no para guardármelo sino para poder responder a las mismas exigencias que el trabajo que tenía en Datacom me exigían, y que nunca se concretó. Resulta así que ahora tengo dos años de experiencia en Ericsson: dos años de experiencia en manejar un producto propietario que Ericsson le heredó a la ACC y sin haber aprendido nada de AXE, lo que hubiera sido el gran valor agregado de haber trabajado allí. Pero luego está la otra forma de verlo y es que yo no hice los suficiente para haber aprovechado el tiempo que estuve con ellos para haber aprendido por mi cuenta, o haber buscado el curso, o lo que fuera.
Algo similar recuerdo que pasó cuando estuve en el grupo GIDES en la Universidad. Me entusiasmé con la idea de que iba a manejar el servidor Pollux y así aprender de UNIX, porque, al fin y al cabo, según mi director, mi talento daba para hacer eso y no desperdiciarme en desarrollos de bases de datos. Finalmente terminé encartado con una máquina NT, sin aprender de UNIX y sin aprender en la práctica a usar y programar bases de datos que, en últimas, fue mi carta de presentación desde el principio.
A veces creo que soy demasiado pendejo de creer que en este mundo existe una ley de compensaciones justa. Que me basta con sentarme a esperar mi turno y que cuando este llegue mis habilidades intelectuales serán apreciadas. Pero me enfrento con que este es un mundo donde el que se cuela, el que se promociona a sí mismo, el que habla con el jefe bebiéndose unas cervezas, es el que recibe las oportunidades mientras yo sigo esperando mi turno. Y esto duele, porque cada vez que me enfrento a esta situación me doy cuenta que esos valores que aprecio no tienen una utilidad real.
Pero también es verdad que sigo esperando mi turno, no porque lo considere lo más justo, sino por simple parsimonia. Resulta así, entonces, que ni siquiera es por fidelidad con mis valores que sigo mis valores sino que estos valores no son más que una excusa y que yo estoy lejos de ser el hombre ideal que quiero ser.
Definitivamente soy un hombre de sueños frustrados y de deseos irrealizables. Tal vez por esto mismo no muevo un dedo para perseguir mis sueños. Por otro lado son tantas las cosas que quiero que no tengo una idea clara de qué es todo aquello que quiero y qué, de todo eso, es a lo que debo dar prioridad. Debería ser claro: la prioridad está en lo importante, realizable y en lo que realmente me llena y me define como lo que yo quiero ser.
Así que debo comenzar por definir qué es lo que quiero ser: un plan de vida. Debo comenzar también por establecer qué es importante para mi situación: mi esposa y la familia que espero tener. Y debo fijar mis metas en aquellas que son realizables.
Así que puedo olvidarme de pasear por la luna: no espero ser un astronauta, no es importante y ni siquiera es factible. Si de aquí a cuando tenga 60 años la tecnología lo ha hecho fácil, tal vez pueda replantear la prioridad entonces, pero definitivamente no es una prioridad hoy.
Una prioridad, sin duda, es encontrar algo productivo que hacer. Gústeme o no, este mundo está diseñado para que la mayor parte de las cosas que se quieren cuesten dinero y este no aparecerá por arte de magia o simplemente porque lo deseo. ¿Cómo ganarlo? Tal vez en un concurso de televisión, o encontrando el paradero de Tirofijo y reportándolo a las autoridades, o acertando los seis números del Balotto.
Bueno, algo más factible sería buscando un empleo, buscando contratos de prestación de servicios, dedicándome al comercio o montando una empresa. Este empleo podría ser en la rama en la que venía trabajando: telecomunicaciones de datos; o en otra rama afín a la ingeniería electrónica; o por el lado de los sistemas de información que también conozco; está también la docencia universitaria acompañada, tal vez, de algo de investigación; o algo pensado fuera del cuadro como dedicándome a escribir por una paga.
El trabajo al destajo, como me han sugerido en Ericsson para continuar lo del Bianual, no me parece absurdo. Sin duda la relación entre paga y tiempo de trabajo es mejor que siendo empleado, puedo buscar luego proyectos por otros lados explorando actividades diferentes, trabajando con amigos o compañeros en proyectos específicos, etc. La propuesta es tentadora pero exige una disciplina que no he mostrado tener para que las cosas funcionen y la incertidumbre es mayor que siendo empleado. Esto y mi gran capacidad de autopromoción sin duda no favorecen esta idea.
Montar una empresa, tal como lo veo en este momento, no es más que oficializar el trabajar por contratos, sólo que estos no los firmaría ya con mi cédula sino con un NIT. Eso y una pequeña burocracia devengando salarios aún cuando no haya contratos qué atender. Podría ser, sin embargo, una opción, si cuento con la compañía apropiada y el capital suficiente.
Como negociante no me veo, definitivamente. No tengo el temperamento ni la aptitud para dedicarme a vender productos.
Pero pienso en esto y lo único que surgen son posibilidades y no decisiones. Inquietudes de qué más puedo o quiero hacer pero no concreto nada. Me gustaría, sí, hacer algo distinto a ir a marcar tarjeta en un empleo de oficina de 9 a 5. Algo en lo que pudiera sentir que estoy aprendiendo algo nuevo y aportando. En donde sienta que tengo oportunidades de cambiar la rutina. De poder irme un miércoles por la mañana a jugar golf con mi padrino así tenga que compensarlo trabajando otro día hasta la media noche.
Pero no hay nada concreto. No tengo idea de cómo lograrlo ni de por dónde comenzar.
Me gustaría, por ejemplo, montar un negocio de creación de páginas web. Al fin y al cabo es algo que me gusta y me parecería súper poder cobrar por ello. Pero resulta que ni siquiera puedo mantener mi propia página en un estado aceptable.
Y sí. Esa página no es más que el sitio donde quiero decir quien soy, quien fui y quien quiero ser. Un lugar donde pueda mostrar que las personas de la generación X podemos opinar sobre la situación política del país, inventar idiomas, explorar alternativas de la historia o del mundo, escribir sobre el amor, investigar sobre la historia de nuestra ciudad, soñar, vivir.
Pero esa página es apenas un sofisticado esqueleto. Eso soy: un sofisticado esqueleto. Una estructura sin carne, un montón de ideas y de sueños que no se concretan: páginas vacías con una guía de navegación.
Por eso es para mí tan importante eso, así los demás crean que no es sino perder el tiempo: porque esa página que está ahí representa lo que soy y es tan frustrante cuando no puedo tener siquiera un sentido de completitud en algo tan simple como eso.
Tal vez mi página, mis idiomas, mis mundos, mis discusiones por Internet, etc. deberían estar bajos en mi orden de prioridades. Pero luego me pregunto: ¿por qué otros pueden y yo no? ¿Por qué debo renunciar a lo que soy por hacer lo que tengo que hacer, cuando hay tantas personas que sí pueden hacer lo que son?
Tal vez porque yo no me puedo dar ese lujo.
― Carlos Th