La historia de Bill Pi, 1a parte

Habían pasado ya dos años desde la última vez que estuvo en el apartamento. Aunque no había nada cambiado desde esa última vez, Bill no reconoció el lugar, tal vez por el polvo, tal vez por la luz que ya no entraba por culpa del par de edificios que construyeron al frente. Se dirige a su antigua habitación, descarga el maletín sobre la cama y se observa en el espejo. Se pregunta que habrá cambiado, si el apartamento o si él. Del joven recién independizado que hace un par de años recibió la oportunidad de realizar un postgrado en Suiza apenas había rastro, nisiquiera en el físico. Sacude el polvo sobre la mesita de noche, descuelga el teléfono pero no recibe tono, 'Tocará pagar' piensa. Sale del apartamento, baja los tres pisos y se dirige a la calle, busca un teléfono público, espera que se desocupe, busca una moneda en su bolsillo y realiza una llamada.

— El Señor Diego Mejía, por favor. — dice

— ¿De parte de quién? — le contesta una voz femenina

— William Pérez. — responde — Bill.

— Un momentico, señor.

— ¿Bill? — pregunta una voz al otro lado de la linea — ¿Bill Pi?

— El mismo, Diego. — responde Bill — ¿Sorprendido?

— Como no. ¿Dónde estás?

— Aquí en Bogotá. Acabo de llegar.

— ¿Y eso? Creí que no volvias sino dentro de unos tres años, si es que no te quedabas definitivamente.

— Ya ves. ¿Dónde podemos reunirnos?

— ¿Podrías venir a mi oficina? En, digamos, media hora.
  — Creo que sí. No ha cambiado ¿Sí?
  — Bueno, hasta pronto.
  — Bay.

Bill espera un taxi; "¿A dónde lo llevo?" pregunta el taxista, "Al centro internacional" dice Bill, "Suba" dice el taxista. Bill da la dirección y sin prestar atención a la charla del conductor piensa en esos dos años, de cuando Diego, Liliana y sus padres lo despidieron al pasar a Emigración en El Dorado, de cuando conoció a Jane Smith y con ella al "Groupe de Cuisine", como se hacían llamar, de cuando se enteró de la relación de Jane con Antoine y de como había sido utilizado por éstos, de cuando sacó las quinientas treinta y cuatro mil libras esterlinas de la cuenta cifrada de Le Chef y los trasladó a tres cuentas personales, una de ellas a un banco colombiano en Nassau, del momento en que metió lo que pudo en ropa y dinero en su maletín, se dirigió al aeropuerto y pidió cupo en el primer vuelo de Air France a París, y de cuando, ya en la ciudad luz, decide regresar a Colombia. "Son ochocientos cincuenta pesos" dice el taxista. Bill saca un billete de mil y agrega; "Quédese con las vueltas".

Sale del taxi y entra al edificio que está al frente, se sube al ascensor y marca el piso quince, espera, sale del ascensor, la recepcionista le pide identificación, "William Pérez, tengo cita con el Señor Mejía" dice Bill, "Bueno, siga, dice la recepcionista". Entra y ve a un hombre de unos veinticinco años.

— Hola, Diego — dice Bill

— ¿Bill?, ¿Bill Pi? — dice el otro sorprendido

— Cambiado ¿No?. Sí, soy Bill.

— Estás irreconocible. Te veo en la calle y no te distingo.

— En cambio por tu parte, no has cambiado nada.

— Y eso ¿Por qué volviste?

— Huyendo. Tengo cien mil dólares en Nassau y no es presisamente dinero legal.

— ¿Mafia?

— Traficantes de heroína, pero no viene al caso, ¿Qué más de Liliana?

— En Estados Unidos estudiando. Hasta donde sé no te a olvidado. A propósito, ¿Tienes donde quedarte?

— En mi antiguo apartamento, gracias. Ahora que hablamos de él, estoy sin agua, ni teléfono, ni luz.

— Ahora es muy tarde para arreglar eso, ve a mi casa y mañana temprano vemos que se puede hacer. Y de paso hablamos. Suelta esa lengua que estamos entre amigos.

— Sabes que tienes razón. De todas formas tengo que recoger el maletín que dejé allí. ¿No te estoy estorbando?

— Fresco, que de todas maneras no hago nada en todo el día. Te espero en mi casa. Tal vez invite a Gerardo, a Sandra y a Germán. Si no te molesta, claro.

— Puede ser. No me molestaría. Recordar viejos tiempos. Con una condición; no se hable de Berna.

— Y eso ¿Qué fue lo que pasó?

— Por el momento no tengo ganas de hablar, además estoy cansado, hace diez, once horas que tome el vuelo en París y no he descanzado desde entonces.

— Entonces ¿a las seis en mi casa?

— Sea.

Después de esta despedida sale Bill de la oficina, baja al primer piso, sale del edificio, espera un taxi, lo para, se sube, se dirige a su apartamento, paga, se baja, entra al edificio, sube los tres pisos, entra al apartamento, se dirige a su habitación, pone la alarma de su reloj para las cinco y media, se recuesta y se dispone a dormir durante una hora. Se despierta a las cinco y media, toma su maletín, sale del apartamento, baja los tres pisos, sale del edificio, espera un taxi, lo para, se sube, se dirige a la casa de Diego, paga, se baja, timbra, abre la empleada, esta llama a Diego, pasa, se saludan, "Mamá, te acuerdas de William Pérez" dice Diego, comentan, Bill pasa a la habitación de huespedes, se acomoda, toma un baño, se medio afeita, pasa un tenedor por la cresta, se cubre de loción, se viste con la misma ropa, se recuesta por diez minutos, oye el timbre, oye abrir la puerta, oye las voces de Sandra y Germán, sale de la habitación, los saluda, pasan a la sala, y comienzan a hablar.

— Y eso ¿por qué de repente te apareces acá? — dice Germán

— Les choses de la vie — contesta Bill — Hace una semana me encontraba bien en Berna, pero... Es algo que prefiero no hablar.

— Bueno, no lo molestemos — comenta Sandra — Por lo menos — agrega mientras se dirige a Bill — cuentanos de tu pinta, de la cresta, de las cadenas, de los taches, Billy Punky.

— Eso se incluye dentro de lo de Suiza, cariño.

— Como digas... Entonces ¿De qué podemos hablar? pregunta Sandra

— Digamos, — responde Bill — ¿Qué estás haciendo ahora?

— Trabajando como reportera en El Tiempo. — responde — Y sí se te puede preguntar qué piensas hacer.

— Ocultarme, organizarme y exportar.

— Y exportar ¿qué? — comenta Diego

— ¿No saldrá de la habitación?

— Fresco — dice Germán

— ¿Y nuestra reportera estrella o tus padres, Diego?

— Antes los amigos que el trabajo. — responde Sandra

— El viejo está en Los Angeles y mamá en la cocina. — añade Diego

— Nieve. — dice Bill — Exportar nieve e importar verdes.

— ¿A que te refieres? — pregunta Diego — No querrás decir... no...

— Es posible. — responde Bill mientras suena el timbre

Salen Diego y Bill a mirar, entra una pareja y dice el joven

— ¿Bill? ¿Bill Pi?
  — El propio. — Responde Bill
  — Te presento a una amiga. — dice Gerardo — Bill, te presento a María Paula Castaño. Polí, te presento a William Pérez.
  — Bien, sigamos — dice Bill mientras convida a los recién llegados.
  Pasan los seis a la mesa y entre anecdotas de la época de estudiantes y burlas sobre el nuevo lock de Bill pasan la velada. Al final de la cena Sandra retoma la conversación anterior y pregunta:
  — Cuando hablabas de nieve ¿no te referías a... cocaína?
  — Sí ven como es de mal pensada la gente. — comenta Bill — Pero sí. Conozco el negocio de la heroína y no debe ser muy distinto.
  — ¿De qué están hablando? — pregunta Gerardo
  — De nuestro futuro. — responde Bill — Y ese nuestro te incluye, a ti y a Paula.
  — ¿No será otra de tus bromas, junto con los cien mil? — pregunta Diego
  — No sólo de pinta he cambiado. — responde Bill — Pero si creen que estoy bromeando, que nada de lo que se ha dicho al respecto salga de aquí.
  — Bueno, está bien, como diga. — comenta Sandra

  Dos horas más tarde termina la reunión, se van Sandra, enseguida Gerardo y María Paula y por último Germán. Bill se va a acostar, cambia la alarma para las cinco y media de la mañana e intenta dormir, cosa que no le queda muy difícil. Suena la alarma a la hora de Bill haberse despertado, éste sale del baño y la apaga, se viste con la misma ropa tras la 'rasurada', la 'peinada' y la perfumada y espera a que Diego termine de arreglarse.
  — ¿No vas a desayunar? — pregunta Diego
  — No. ¿Podrías hacerme un favor? — pregunta Bill
  — Di
  — Dame la dirección o el teléfono de Liliana. ¿Crees que quinientos dólares seran suficientes para arreglar lo de mi apartamento?
  — Son como doscientos mil pesos. Supongo que sí. Pero...
  — Toma mil, si necesitas más me lo pides cuando regrese.
  — ¿Qué vas a hacer?
  — Voy a Estados Unidos. Desayunaré en Presto, así que no te preocupes.
  — Espérate un momento consigo la dirección de Liliana. Pero no acabas de llegar y ya te estás yendo de nuevo.
  — Lo decidí esta mañana.

  Bill llama un taxi que lo lleva al Puente Aereo de Avianca. Pide un pasaje para Nueva York le informan que en dos horas sale el vuelo. Va a Presto, pide una hamburguesa y se sienta a esperar. Dos horas más tarde se encuentra en el avión pensando en aquella chica de quien hacía ocho años creyó enamorarse y de quien hacía dos años se había despedido, con lagrimas en los ojos, para perderse en el olvido. Pensó tambien en Jane y de como ella le hizo perder todo lo que hasta entonces Bill era. 'Sólo espero que por lo menos me reciba como un amigo' pensaba Bill sobre Liliana, 'de todas maneras mi corazón ya no es suyo'.


  — ¿Tú qué crees sobre lo de Bill? — pregunta Sandra a Diego
  — No sé. El siempre ha sido un maestro de las bromas, pero hay algo... no sé. Por ejemplo los mil dólares que me dio hoy; si no pusieron problema cuando los cambié, debe ser porque son verdaderos, y pa'ser broma sería muy cara.
  — O tal vez sea cierto sólo en parte. — dice Sandra — tal vez si tenga los cien mil, ¿de dónde? no sé, pero de que los tiene, los tiene.
  — Sabes que aveces dudo que sea él. — comenta Diego
  — Y eso.
  — Pues la voz, si le quitamos el acento extranjero, y las fracciones de la cara son las mismas. Pero imposible que un tipo de saco y corbata y peinado de medio lado de pronto se aparezca así. Como maneja el dinero, como si no valiera, te acuerdas que él para que lo invitara a uno a salir tenía que ser a perros calientes o cualquier cosa así. No, no es Bill pi.
  — Entonces que decidió irse tras Liliana.
  — Tal parece. Por lo menos salió de mi casa diciendo eso.
  — Sí me tiene preocupada lo de la nieve y la hero.
  — Eso sí debe ser broma.
  — ¿Tú crees?
  — ¿Alguna vez leiste su tesis? Por poco y propone pelotón de fusilamiento al narcotrafico y delitos afines...
  — Sabes que le mamaba gallo hasta a los decanos, pero quien sabe.
  Iba así la interesante conversación entre estos dos amigos cuando les avisaron que estaba listo el pago de la luz del apartamento de Bill. Toman el recibo, salen del edificio, se suben en el ciento noventa de Diego, van a la oficina de éste, parquean en el sotano, toman el ascensor hasta el piso quince, entran a la oficina, diez minutos más tarde sale Sandra, toma el ascensor y se va.

  Mientras tanto, en un apartamento en Queens un joven, mono, ojiverde, vestido con una chaqueta de jean, cargado de cadenas, un maletín en el hombro, a medio rasurar y con un peinado tirando a punk, toca a la puerta. "Who are you?" pregunta una muchacha, "A Liliana's friend" contesta Bill, "can I go in?". La muchacha medio abre la puerta y através de una cadena observa al visitante, "Who are you?" vuelve a preguntar la muchacha, "Soy William Pérez, amigo de Liliana, ¿Puedo pasar?" responde Bill. La chica se queda mirándolo un rato y después, temerosa, dice "sí".
  — ¿Tú ers Bill? ¿Bill Pi?
  — Sí, soy yo.
  — Liliana nos habla mucho de ti. Pero te imaginaba diferente.
  — Tal vez ya no sea el mismo del que les ha hablado Liliana. ¿Y tú quién eres?
  — Juana Lucía Mendoza, amiga de Liliana y compañera de apartamento. Estudio en Columbia.
  — ¿Mexicana?
  — Ah?
  — ¿Tú eres mexicana?
  — No, soy de Tegucigalpa.
  — Bueno, hace tiempos que no trato con latinoamericanos, hasta mi acento se a europeizado. ¿Hace cuánto estás aquí?
  — Seis meses, lo mismo que Liliana. ¿Y tú?
  — Hace media hora, lo que demoró el trafico desde el aeropuerto. ¿A qué horas llega Liliana?
  — A las cinco, en una hora más o menos.
  — Cuando llegue no digas nada, por favor.
  Diciendo esto, Bill sale del apartamento, baja, sale del edificio, se dirige a una estación de metro, se sube a uno, se baja en Manhatan, busca un teléfono público, llama a una floristería, busca un hotel, pide un cuarto pequeño, compra un periodico, sube a su habitación, abre su maletín, saca una pequeña bolsa con harina blanca, 'Ni Charles de Gaulle ni El Dorado ni Jonh F. Kennedy dieron contigo' piensa, la proxima prueba será con nieve, saca luego un juego de cuchillos y puñales y los esconde en distintos bolsillos entre la chaqueta y el pantalón, ordena por teléfono un traje que dice pasará a recogerlo a las siete, toma doscientos dólares de su maletín, sale de su habitación, baja al lobby, sale del hotel, para un taxi, se sube, pide que lo lleve a Queens, arranca el taxista, lo lleva a la dirección dada, paga, se baja, camina hasta llegar a la puerta del edificio de Liliana, se sienta en la puerta, espera, diez minutos más tarde entra Liliana, "Do you have fire?" pregunta Bill mientras alarga un cigarrillo, "No, I'm sorry" dice Liliana, ésta entra, sube, abre la puerta, ve un ramo de rosas rojas, "Te las mandaron" dice Juana, "¿a que no adivinas quién estuvo aquí?"
  — Te dije que no dijeras nada. — dice una voz desde la puerta.
  Liliana se voltea, se queda unos segundos pensando...
  — ¿Bill? ¿Bill Pi? — dice
  — ¿Te gustan las rosas? — dice Bill
  — ¿Qué haces aquí? — pregunta Liliana
  — Fui a Bogotá y no estabas.
  — ¿Y Suiza?
  — Quedó atrás. ¿Qué piensas hacer esta noche?
  — Nada. ¿Y por qué así?
  — Así... ¿qué?
  — En dos años ni me escribiste, ni me llamaste, ni nada, y de pronto te apareces aquí.
  — Es largo de explicar. ¿Qué tal si hablamos durante la cena?
  — ¿Cuál cena?
  — A la que pienso invitarte, ¿conoces un buen lugar?
  — Depende ¿qué piensas comer?
  — No sé, algo elegante, francés puede ser.
  — Conozco uno en Manhatan. Pero es caro.
  — Descuida, paso por ti a las... siete y media.
  — ¿Tienes donde quedarte?
  — Fresca, En hora y media ¿Quedamos?
  — Bien.
  — Haz las reservaciones, entonces. Para las ocho.
  — Okey!

  Tras despedirse de Juana, Bill sale del apartamento, toma el metro hasta Manhatan, entra al hotel, sube hasta su habitación, pide por teléfono un auto alquilado y se sienta a leer el periodico, se detiene ante la noticia de un traficante de heroína detenido en Amsterdan, pobre Pierre, piensa, termina de leer, baja por el traje, sube, se baña, se perfuma, se viste, toma un par de puñales de la chaqueta y los deposita en los bolsillos del saco, baja, se sube al auto que lo espera, un Fiesta rojo, conduce hasta el apartamento de Liliana, la llama, ésta baja, se sube, van de nuevo a Manhatan, paran frente a un restaurante francés, se bajan, entran al restaurante, piden la mesa, se sientan, "Impresiono con mi francés o me hago el gringo" comenta Bill, Liliana sonríe, "Bueno que cambies esa cara" dice Bill, piden la cena, conversan, rien, recuerdan, rien, callan, rien, comen, rien, beben, rien, llega la cuenta, Liliana se pone seria, Bill paga, Liliana sigue seria, Bill hace un comentario, Liliana vuelve a reir, salen del restaurante, rien, se suben al carro, rien, Bill conduce hasta el hotel, rien, suben a la habitación, rien, entran, rien, Bill cierra la puerta, se quedan mirándose fijamente a los ojos, se acercan, Bill aparta la cara, "¿Te pasa algo?" pregunta Liliana, "No soy el de antes" dice Bill entre dientes, "¿Importa?" dice Liliana mientras rodea con sus brasos el cuello de Bill, éste la voltea a mirar, acercan de nuevo sus caras, se besan, Bill se separa, "Importa" responde, "Creo que mañana regreso a Bogotá" dice, "Dos años esperando esto" dice Liliana, "Espérate esta noche", vuelve a rodear con los brasos a Bill, le besa la mejilla, Bill vuelve la cara, se besan durante medio minuto, Bill intenta escaparse, Liliana lo retiene, le quita el saco, le desabotona la camisa, le rodea la cintura con los brazos, le besa el pecho, sube al cuello, siente una mano que le desabrocha el vestido, busca la boca de Bill y ahora es ésta quien la besa, le retira la camisa, le desabrocha el cinturon, le desabotona el pantalón, se quita el vestido, Bill le desabrocha el brasier, se lo retira, le besa el cuello, baja al pecho, se recuestan sobre el piso, se besan y se revuelcan, Liliana se para, se acerca a la cama, se quita las medias y los panties, Bill la observa desde el piso, Liliana se acerca a Bill y le alcanza la mano, éste se para, se quita el pantalón, la besa, caen sobre la cama y empiezan a hacer el amor.


  — Familia Mejía Villarreal — contesta Diego el teléfono
  — Hola, Diego. — responden — Habla Bill. Necesito que me hagas un favor.
  — ¿Dónde estás?
  — Estoy en Londres. ¿Está todo listo?
  — Sí, ya conectaron el teléfono y la luz, mañana colocan el agua.
  — Ah, bueno. Volveré a Berna y el lunes pienso estar de nuevo en Nueva York. Habla con Liliana y si no he regresado entonces, ella tiene acceso a mi caja de seguridad en el hotel, sólo entonces la abren. Si no me he comunicado significa que estaré muerto y ahí dirá quienes podrían ser mis asesinos.
  — ¿Qué estás diciendo?
  — ¿Te acuerdas que me preguntaste qué pasó en Berna? El martes lo sabrás, bien de boca mía o bien por lo que hay en esa caja.
  — No estarás hablando en serio ¿O sí?
  — Yo sé que siempre he sido un maestro de las bromas pero esta vez sí es en serio. Bay — cuelga el teléfono

  Diego mira el reloj, son las cinco y veinte de la tarde del miércoles, mira el teléfono como por cinco minutos, lo toma, marca un número de larga distancia.
  — Hello! — contestan
  — Hello, It's Liliana.
  — One minute plis.
  — Hello! — contesta Liliana
  — ¿Liliana? Habla Diego Mejía.
  — Ah, Hola Diego.
  — Sabes donde está Bill.
  — No, ni idea, estuvo aquí ayer pero se fue esta mañana, dijo que posiblemente iba a Bogotá, ¿no estará allá?
  — No creo, acabó de llamar y dijo que estaba en Londres rumbo a Berna. Dijo que me comunicara contigo. ¿Tienes idea de que piensa hacer?
  — No, no dijo nada. ... Ah!, ahora que recuerdo, el me había dicho ayer que Suiza había quedado atrás. ¿Sí crees que haya vuelto?
  — Pues no tengo idea, cuando llegó aquí parecía que iba a quedarse un buen rato pero al día siguiente salió para Nueva York.
  — Mmm.
  — ¿Sabes qué? Tal vez vaya a Nueva York el sábado.
  — ¿Quién? ¿Tú?
  — Sí. Bill me dejó una plata y el viernes ya habrá regresado el viejo. Entonces chao.
  — Chao.


  Lunes diecinueve de febrero de mil novecientos noventa, cuatro y treinta y dos de la mañana hora de Nueva York. En un pequeño apartamento en Queens suena el teléfono, repica ocho veces
  — Hello! — contesta una joven
  — Hola Juana, ¿está Liliana? — dice una voz al otro lado de la linea
  — Está dormida, ¿de parte de quién?.
  — Soy Bill, de larga distancia.
  — ¿Bill? espera un momento.
  Juana se dirige a la cama de Liliana y la despierta "¿Qué hora es?" pregunta, "Las cuatro y media" contesta Juana, "Tienes una llamada", "¿A esta hora?" pregunta Liliana, "Es larga distancia, de Bill" dice Juana, Liliana se para de golpe, "¿De Bill?" pregunta, "De Bill, le contesta.
  — Aló, ¿Bill?
  — Hola Liliana, perdona la hora pero es urgente.
  — ¿Dónde estás?
  — En Praga, me estan buscando en Suiza y en Francia, trataré de ver si llego a Colombia o a Nueva York.
  — ¿Que pasó?
  — Jane murió, Antoine me busca y quiere matarme.
  — ¿Quien es Jane y quien es Antoine?
  — A las tres ve al hotel, en el cajón de la mesa de noche, hay pegada con cinta una llave, pide que te dejen entrar a las cajas de seguridad, es la cero treinta y dos dé quince.
  — ¿Pero quienes son Jane y Antoine?
  — Te amo. Adiós. — diciendo esto, Bill cuelga

  — ¿Qué pasó? — le pregunta Juana a Liliana
  — No sé. ¿Me acompañas a Brooklin hoy?
  — ¿Dónde el tipo que llegó el sábado?
  — Sí
  — Tengo clases de ocho a doce y una conferencia a las cinco
  — Perfecto. Vienes aquí a la una, almorzamos y buscamos a Diego.
  — Bueno. Buenas noches.
  — Buenas noches.
  Se acuestan las dos a dormir, a las seis suena el despertador y se levantan, mientras Liliana prepara el desayuno Juana se baña y se viste, desayunan, Juana sale a la Universidad, Liliana se baña, se viste y llama a Diego.
  — Hello! — contesta Diego
  — Hola Diego. — saluda Liliana
  — Hola Liliana, ¿Qué cuentas?
  — Llamó Bill.
  — ¿Sí? ¿Qué dijo? ¿Dónde está?
  — Dice que en Praga. Me habló de la caja de seguridad.
  — ¿Sí? ¿Qué dijo?
  — Que fuera a las tres. Podrías acompañarme.
  — Sí, no hay problema. ¿Pasas o paso?
  — Paso, a las dos. ¿Está bien?
  — Bien. Hasta entonces.
  — Bien. Chao.

  Liliana sale, cuarenta minutos más tarde llega a la Universidad de Columbia, entra a clases a las nueve, dos horas despues sale, se sube al Fiesta rojo que le entregaron en Avis cuando fue a preguntar por Bill, va a su apartamento en Queens, prepara el almuerzo, setenta minutos más tarde llega Juana, almuerzan, salen a Brooklin, mientras Juana espera en el auto Liliana llama a Diego, salen los tres a Manhatan, al llegar al hotel se bajan, Liliana pregunta por la llave de la habitación de Bill, sube, busca la llave de la caja, baja al lobby donde esperan Diego y Juana, piden acceso al area de seguridad, sólo le permiten pasar a Liliana, veinte minutos despues sale con tres cuadernos, un cassette y una carta, suben los tres al auto mientras ponen el cassette en el pasacintas.

  "París, febrero diez de mil novecientos noventa.
  "Ayer escapé de Berna. Me enteré por una conversación que escuché, que Jane Smith sólo me estaba utilizando en el negocio de la heroína, decidí tomarla contra Antoine Renoir alias Le Cuisinier. Eso fué el miercoles siete. El jueves por la mañana entré al apartamento su apartamento, el portero me conoce y no creo que haya dicho nada. Abrí la puerta con una ganzua, busqué en su escritorio la libreta roja; esto es un cuadernillo donde él anota los principales embarques. No estaba en el escritorio y busqué en su mesita de noche donde la encontré. Despues de media hora decifré la clave de su cuenta; tres ka de ene i o cero uno siete dos dos siete tres nueve ocho ocho siete cinco cinco nueve tres cuatro tres jota ka ka de quince. Me senté frente a su computador y realicé un traslado de dinero de su cuenta a una cuenta que abrí en el mismo banco. Creo esa no es la unica cuenta de Le Cuisinier, había en ella quinientas treinta y cinco mil libras esterlinas, le dejé mil. Pasé luego de mi cuenta, doscientos mil dolares a una cuenta en Washintong y ciento veinte a una cuenta en Nassau. Los nombres de los bancos y los números de las cuentas estan escritos en tinta invisible y en clave en un sobre adjunto a este cassette.

  Repetía el cassette el mismo mensaje en un inglés con acento medio afrancesado medio castellanizado y luego en un francés perfecto. Continuaba luego en español:

  "Nueva York, Febrero catorce de mil novecientos noventa.
  "Es posible que cuando escuchen esta cinta yo ya esté muerto o a punto de estarlo. Esta mañana decidí buscar a Antoine y a Jane y enfrentarlos. Anoche descubrí que mi error no fue Liliana sino Jane.

  Luego seguía algo de música que estaba grabada abajo. "¿Qué hay en los cuadernos?" pregunta Liliana, "Parece un diario en francés" responde Diego, "tal vez Sandra nos pueda ayudar", llegan al edificio donde estaba hospedado Diego, quedan de que regrese al día siguiente a Bogotá y que con ayuda de Sandra traduzca los cuadernos fechados desde el veinte de agosto de mil novecientos ochenta y dos. Liliana y Juana van a su apartamento, una vez allí, Liliana observa el sobre donde aparece escrito en inglés, español y francés: "Abrase sólo en caso de que William Camilo Pérez Huertas haya muerto", la deposita en la mesita de noche y, tras recojer sus libros, sale con Juana a la universidad.

  Viernes dos de marzo de mil novecientos noventa, Al apartamento en Queens, New York City, de dos estudiantes hispanas de la Universidad de Columbia, llega un paquete para la Srta. Liliana González y remitido por el Sr. Diego Mejía Villarreal de Bogotá D.E., Colombia. En ese paquete venían varias hojas en computador y una manuscrita que decía lo siguiente:

Liliana,

Aqui esta la Traduccion del
Diario de Bill. Hay Algunas Cosas
Fuertes y Sandra se Nego a Traducirlo.
La Traduccion que te Mando la
hizo Germán Tratando de ser Fiel a lo
Expresado por Bill.

  Una vez leída la nota, Liliana empieza a leer... y a odiar.