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¡Yo! Carlos

Aquél miércoles, veintinueve de noviembre de mil novecientos setenta y dos, a las siete de la mañana, en la sala de partos de la clínica San Pedro Claver del I.S.S. de Bogotá, nace el niño que dieciséis años más tarde tecleará su vida con el resultado que Uds., lectores, están observando.

El Doctor Guillermo Marroquin (a quien realmente no recuerdo haber conocido) fue el encargado de ayudar a nacer a este sagitario.  Mis padres son el Ingeniero Electrónico Eugenio Thompson Garcia y su esposa Liria Ruth Pinzón de Thompson.  Mis primeros años los viví en una casa al sur de la ciudad junto con mis padres, mi abuelita Ana, mi tía Julia y Guillermo Izquierdo y más tarde con mi hermanita Luz Elena, quien nació el siete de marzo del setenta y cuatro.

Me bautizaron el cuatro de marzo del setenta y tres en la parroquia de Ntra.  Sra.  de las Lajas, en Sta.  Isabel.  Mis padrinos de bautizmo son Juan Lizarazo, excompañero de universidad de mi padre, y su esposa Mercy.  Es poco lo que recuerdo, por no decir nada, de mis primeros años de vida.

En el año de mil novecientos setenta y cinco viaje con mi familia a Europa; a Suecia principalmente, pero tambien estuvimos un buen rato en España tanto que mi tercer cumpleaños y mi cuarta navidad las pasé en Madrid.  Así mismo como la muerte de Franco.

De nuevo en Colombia, inicié mis preestudios en un jardín cerca a la casa donde vivíamos donde curse prekinder y en el setenta y ocho, al cambiar de residencia a una casa en el Federman, cursé kinder en el colegio José Max León, del cual es bachiller mi papi.

El primero de enero de mil novecientos setenta y nueve tomamos un vuelo con destino a Madrid y tras tres días de estancia tomamos un avión hasta Estocolmo donde permanecería casi dos años.  Allí empecé a estudiar en un jardín y en septiembre en una escuela sueca (Kämpetorpsskola).  En Suecia conocimos una familia colombiana, los Campos, que si bien ya los había visto antes de ir y del señor ser amigo de mi papi, sólo hasta entonces nos haríamos amigos.  Los padres son Gloria y Jesús Campos quienes tienen tres hijos; Gustavo Adolfo, Ingrid y Sergio de entonces seis, cinco y tres años respectivamente.  Ellos estuvieron casi el mismo periodo que nosotros en Estocolmo pero regresaron un mes antes.  Nosotros regresamos en octubre del ochenta. Viajamos por tierra hasta Madrid pasando por Dinamarca, Alemania, Holanda, Bélgica y Francia.  Después de cuatro días en la capital española regresamos a Colombia el treinta y uno de octubre.

Aunque no había terminado el primer semestre de segundo grado en Estocolmo, al volver a Colombia empecé a cursar tercero de primaria en el José Max.  En el ochenta y dos pasé a estudiar al Colegio de La Salle en el grado de cuarto de primaria. Ese año hice en especial un amigo, Mauricio Ramírez. Ese año realice mi primera comunión (diez de junio) junto con mi hermana.

En el ochenta y tres cursé quinto de primaria y al año siguiente primero de bachillerato.  Es poco lo que en este momento recuerdo de estos años, me acuerdo tal vez de Luis Enrique Acero, quien fuese un buen compañero esos dos años y a su vez la persona que me interesó en los computadores, de los juegos como la lleva y policías y ladrones que jugabamos los compañeros de primero "D" y cosas así. Tal vez me olvidaba mencionar aquí las vacaciones a Miami en el ochenta y tres y las que mi tío haría al siguiente año trallendo el Atari, computador que quedó en manos de nosotros y en el que me inicié en forma casi autodidacta al Basic.

Ahora que mencioné a mi tío recuerdo que no he hablado mucho de mi familia.  Mi padre es un ingeniero electronico que trabaja en la Ericsson de Colombia (la L.M.  Ericsson es una multinacional sueca y de ahí los viajes a Europa).  Mi madre es una ama de casa que dejó de trabajar (y de fumar) para cuidarme a mí. Mi abuelita Ana es la mamá de mi papá, además de mi padre tuvo a mi tío Eduardo (mi único tío) y a mi tía Julia.  Mi abuelo (Eugene Thompson) murió cuando mi papi era aún un niño.  Mi tío, también ingeniero electrónico, trabaja para Telecom.  Trabajó en Santa Marta y en Barranquilla, allí se casó con Denis Bernales y tuvieron tres hijas; Ana Isabel, Olga Lucía y Carolina.  En el ochenta y uno vinieron a vivir a Bogotá. Mi tía Julia es una médica pediatra, soltera, que vive con mi abue.  Por el lado de mi mami esta mi abuelita Eudoxia y mis tías Gladis y Miriam.  Miriam tiene dos hijos; Oscar Mauricio y Sandra Bibiana Hernandez.  Tengo también otra prima, Patricia Pinzón, hija de mi fallecido tío Josué.

Continuando la historia, en el ochenta y cinco cursé segundo de bachillerato con casi los mismos compañeros de primero.  Tal vez el mejor amigo que tuve entonces fue Luis Alberto Charry con quien compartía el gusto por los computadores.  Recuerdo en este momento los partidos de basquet hacia el final del año, partidos que volvería a practicar el año pasado (88).  Creo que puedo dejar seguir ese año mientras recuerdo cualquier otra cosa.

Paso entonces a tercero de bachillerato (1986).  Esta vez ya revueltos los cursos.  En este año tuve mi primer contacto con las Olimpiadas Colombianas de Matematicas, prácticamente me inscribieron para la prueba clasificatoria, y me fue bien.  Luego en la final, si bien no obtuve el mejor puntaje, sí me destaqué entre los mejores de mi nivel, y más tarde fui llamado a unos preentrenamientos con miras a las Iberoamericanas en Uruguáy.  Terminé tercero habilitando español, al igual que en segundo, pero me fue bien en la habilitación lo que me hizo acreedor a un pasaje a San Andres junto con los Scauts.

En enero del ochenta y siete, asistí a los entrenamientos para Uruguáy, aunque no clasifiqué si me sirvió como experiencia para resolver el tipo de problemas que en adelante iría a tratar. Entro a estudiar a noveno grado (tal vez se note una diferencia cuando me refería antes a tal curso de bachillerato y ahora a tal otro grado, pero es por el cambio de nomenclatura en el colegio), uno de los grupos que junto con decimo, y posiblemente once, habré de recordar con más cariño.  Otra vez estuvé con Mauricio Ramírez, con quien nos volvimos verdaderos compinches. Ese año también participé en Olimpiadas y a pesar del cambio de nivel (y de ser yo de los menores del mismo) logré situarme en los primeros lugares en las pruebas clasificatoria y selectiva y alcancé el puesto veinte en la final, lo que me llevó a los entrenamientos para las Olompiadas Internacionales en Cuba.  No quedé en el equipo.  Volví a los estudios del colegio y terminé mi año lectivo con un nueve cinco en la habilitación de inglés.

Corre entonces el año de mil novecientos ochenta y ocho.  En enero voy a los entrenamientos para Perú, en febrero empiezo a estudiar. Como ya dije, junto con noveno, décimo ha sido uno de mis mejores años; un buen grupo y un buen profesor.  El equipo que salió para Perú (del cual yo no hice parte), viajó en abril trayendo una medalla de oro, dos de plata y una de bronce.

Fue ese el año en que descubrí algo que hacia tiempos mi corazón escondía, un sentimiento hacia quien fuese una compañera por mí ignorada en primero y segundo de bachillerato y que tal vez desde tercero yo amé.  Despues de mucho pensarlo, un miercoles en que el curso 10-1 tenía practicas de computadores fuera del colegio.  Ese día el piso de arriba, donde quedan los salones de décimos, estaba solo durante el recreo.  Al dia siguiente el curso de ella estaría en practicas de computadores y el viernes le tocaría a mi curso así que decidí escribirle.  Al dia siguiente, veintiseis de mayo, esperé el momento propicio para depositar la misiva en el locker de ella, un momento que creí nunca llegaría.  Al día siguiente le confesé a dos amigas de ella que estaba enamorado y les dije de quién.

Se inician entonces los entrenamientos para las Olimpiadas Internacionales de Matematicas.  Ya había ocupado el segundo puesto en las Nacionales y tras cuatro semanas de lucha clasifiqué de segundo para el equipo.  En julio salí para Australia en donde estuve cerca de dos semanas, una en Sydney y otra en Canberra, la capital.  Allí logré destacarme como el segundo mejor iberoamericano despues de Fabio, coequipero mío, y haciendome acreedor a una medalla de bronce. Salí de allá extrañando la acogida que tuvimos y la gente que nos atendió.

Continué mi décimo grado con algunos altibajos académicos y otros tantos sentimentales.  Participé en las Olimpiadas de Física y ocupé el primer puesto en mi nivel y logré pasar, por primera vez en mi bachillerato, el año sin habilitar.

En enero empece a asistir a los entrenamientos para las Olimpiadas Iberoamericanas en Cuba.  En febrero comencé a estudiar mi undécimo grado, además que quedé en el curso de ella, algo que inmediatamente supe me alegró pero al poco tiempo odié, aunque ya con calma como que se pasan las cosas.

En Abril de este mismo año, tras una maratónica semana en las que coincidía el retiro de undécimos, sale un vuelo de Avianca a Panamá, transportandome para hacer la conección con Cuba.  Es mi segundo viaje de olimpiadas esta vez para la 'IV olimpiada iberoamericana de matemática' (sic) en Ciudad Habana, una medalla de plata que pudo ser oro fue el resultado personal en este viaje y un resto de amigos que al parecer estoy olvidando.

Se regresa a la rutina del colegio, si es que se le puede llamar rutina, y los roces con las autoridades.  Por otro lado continua el proceso de selección que se inició antes del viaje a Cuba, para las siguientes olimpiadas, las Internacionales de Alemania.  No estuve un mes en el colegio cuando comienzan los entrenamientos para escojer el equipo.  Pasé sobrado aunque siempre tras la sombra de Fabio Brochero.  Viajé a Alemania, a Brunsvik, Baja Sajonia.  'Sólo bronce' fue lo que pensé cuando tras una desilución al salir de la prueba y un regocíjo luego, al conocer mi puntaje; me enteré que la plata la daban con dos puntos más de lo que tenía, pero queda la consolación de que Colombia está bien, ha mejorado y este ha sido su mejor equipo hasta ahora.