Era un día soleado en la sabana de Bogotá, como desde hacía tres meses no se presentaba, un joven abogado, pelinegro y de estatura y complexión mediana, bien vestido, pelo ligeramente largo, se encontraba descansando en una finca no lejos de la ciudad. Había invitado a algunos amigos entre los que se encontraba una joven estudiante quien se encontraba en el país pasando sus vacaciones. Tenía el pelo largo, castaño no muy oscuro, tez morena, algo pálida por el sol que no recibió durante el invierno y la primavera newyorkina, un acento que, aunque neutralizado por el tiempo, dejaba escapar su origen barranquillero, al que se le sumaban algunos giros y expreciones norteamericanas.
Suena el teléfono:
— Aló, familia Mejía Villarreal. — contesta el joven
— Hola Diego, habla Sandra.
— Hola Sandra, ¿se te ofrece algo?
— Adivinaste. ¿Está Liliana cerca?
— Afuera. ¿La necesitas?
— No. Mejor así. A que no adivinas lo que tengo entre mis manos.
— ¿Subieron las acciones en la empresa de papá?
— Ni frio. Una foto de la llegada del senador González hoy en El Dorado, pero eso no es lo interesante, ¿puedes suponer quién aparece en el fondo de la foto?
— ¿Su esposa?
— No, en serio; Bill, Bill pi
— ¿William? ¿Estás segura?
— Por lo menos es el mismo tipo que se presentó aquí hace como seis meses. Sí, estoy segura. Además pedí una lista de los pasajeros y en Paris tomó el vuelo un Camilo Huertas.
— Oye, y donde podríamos encontrar al loco?
— Pues ahí sí que quedé fria, tal vez a su apartamento pero siempre que llamo suena ocupado.
— ¿Has intentado a la casa de sus padres?
— Sí, y a la de su hermano, pero ellos ni siquiera se habían enterado que ya hubiese
venido antes al país.
— Quien sabe es como reaccione Liliana. ¿Sabías que está esperando?
— Sí, te acuerdas que yo estaba cuando llegó y, cinco meses, es que tiene? ya se notan.
¿Sabrá Bill que va a ser papá?
— Por lo menos, de parte de Liliana es seguro que no lo piensa perder.
— ¡Fastidias! Está bien que yo haya abortado dos niños, uno de Bill, pero no es para
tanto.
— ¿Dos?
— El de Bill y el tuyo, marica. No, ahora sí, hablando en serio, Bill está en la
ciudad, ¿Donde? ni idea, y Liliana está que no es capaz de oir su nombre, por otro lado sabemos que lo están
buscando en Europa y Estados Unidos, quizas acá en Colombia también, porque con la última ley sobre
extradición ni se sabe, tengo en mis manos la talvez única prueba de que él está en el país, en cuanto a
lo del senador, si se publica se publicará otra foto, y así. No sabemos que esté pensando hacer
William y me late que es lo que nos dijo que día en tu casa, no sé en tu caso pero no puedo dejar de pensar
que él es mi amigo y no quiero que se meta en problemas. Ahora, si se llega a comunicar con alguno de
los dos, ya hablé con Germán, o si alguno de nosotros logra comunicarse con él, nos hablamos, que vaya a mi
casa y allá nos reunimos, punto.
— Osea, chao, hasta pronto.
— Chao.
La última noticia que Diego, o cualquiera de los que allí se encontraran, había tenido
sobre Bill fue cuando hace ya casi cuatro meses se mencionó en la prensa sobre el descubrimiento de una
emisora pirata en Berna y nunca les había quedado claro que fue lo que pasó, la respuesta más lógica era
que todo se había tratado de una broma; el diario, las emisiones piratas, lo del tráfico de heroína, etc.
Pero aún así quedaban dudas, el dinero que tenía Bill en su poder cuando pasó, la actividad que según los
recibos de servicios públicos se presentaron estos últimos meses en el apartamento de William en Bogotá,
recibos que eran pagados y aún así la habitación se hallaba desierta según lo había comprobado Diego
personalmente en más de una ocasión. Había dinero corriendo y un simple estudiante de postgrado en
Suiza no podría obtenerlo de manera legal, el simple hecho de haber viajado, de Berna a Bogotá en febrero y
el regreso pasando por Nueva York al día siguiente, el estar de nuevo ahora en Colombia, Sandra no hubiera
bromeado sobre ese punto, no había bromeado sobre ningún punto desde hacía dos años y medio, era muy
complicado precisar que era lo que pasaba y su sospecha no era muy descabellada, era muy seguro que estuviera
metido en algun negocio ilegal y que pensara ampliarlo...
— Hola Diego, que te preocupa? — dice un tipo que acaba de entrar a la habitación a
servirse un trago de whisky.
— Ah! Nada, Gerardo. ¿Sabes la última?
— ¡Este! ¿Como así?
— No, que según Sandra, Bill está acá.
— ¡Ah! Entonces debe ser el tipo que acaba de llegar en un taxi.
— ¿Acaba de llegar un tipo?
— O el taxi estaría buscando una dirección, no creo, venía para acá cuando entré.
Mientras decía esto entra un hombre alto, barbado, de pelo negro y bien trajeado, lentes
oscuras que se quita al entrar a la habitacion mientras con una voz grave y acento a inglés interroga...
— ¿El señor Mejía Villarreal?
— Sí, soy yo — responde Diego — ¿Qué se le ofrece?
— Me podría hacer el favor de acompañarme a la ciudad, es de parte de un amigo.
— ¿Bill?
— Si así lo desea, sí.
— Un momento. — dice Diego — barájemela más despacio. Ud. me dice
que lo tengo que acom...
— Hola, Rick. — saluda Liliana de beso al extraño
— Hi. — contesta el recien llegado.
— ¿Se conocen? — pregunta Gerardo
— Sí, Richard Smith, me ayudo a instalarme en New York cuando arrivé — responde Liliana
— You've gotta come with me too — le dice Rick a Liliana
— OK. ¿Cuando arrivaste? — pregunta Liliana
— Llegué hoy de París. Vamos, el taxi está esperando.
— Y a donde se supone que vamos? — le pregunta Liliana a Diego
— Ni idea, tú eres quien lo conoce, — responde Diego mientras se levanta de su silla —
¿no tendrá nada que ver con Bill?
— Que va. Si acaso me lo habrá oído nombrar. ¿Y a qué viene el cuento?
— No, por nada.
Se suben los tres al taxi y parten para la ciudad, se bajan en el hotel
Tequendama,
los
recibe un hombre de cabellos claros, alto y flaco de unos cuarenta o cincuenta años de edad quien paga al
taxi y los acompaña a una suite del hotel.
— Ok Rick, can you go out. — dice el hombre mientras cierra la puerta y refiriéndose
luego a Diego y a Liliana dice con un acento afrancesado — Favor tomen asiento, desean algo de tomar:
Whisky, Cognac, Champagne, Vino?
— ¿Tendrías un aguardiente? — pregunta Diego
— ¿Cristal o Nectar?
— Cualquiera, puede ser.
— Para mi un coñac, gracias. — dice Liliana
Se acerca el hombre a la habitación, da tres toques, agrega; "Ok, Bill, Ils sont ici"
y enseguida pasa al bar a preparar las bebidas.
— Hola Diego, hola Liliana, bonito día, ¿no? — dice el hombre que acaba de salir de la
habitación.
— ¿Bill? — pregunta Liliana
— Supe que estabas esperando. — dice Bill — Me gusta que hayas decidido tenerlo.
Y tú, Diego, ¿qué dices?
— Qué digo en cuanto a qué? — responde Diego — Gusto en saludarte, preguntarte qué
estás haciendo, decirte que Sandra está preocupada de que estés aquí o a qué te refieres?
— Oiga! ¿Pero no podría ser menos tensa esta conversación? — comenta Bill — Bien, se
preguntaran por qué los traje acá, quería ver a Liliana y en Estados Unidos no se podía, allá me buscan,
Ricardo me dijo lo del niño, en cuanto Liliana lo acepte lo reconoceré como mi hijo, por eso fue que te hice
venir, pequeña.
— ¿Conocías a Rick? — pregunta Liliana
— Trabajaba para el Jefe y me lo asignó, sí, lo conozco desde antes que llegaras a Nueva
York. Buen tipo ¿no? ¿Desean algo más de tomar?
— Un whiskie sólo — dice Diego
— Otro Coñac para mí — dice Liliana
— ¿No está como muy fuerte para tu estado?
— Está bien, entonces una soda.
— Antoine, un whisky par le monsieur et deux eaux mineral par le mademoiselle et moi.
— dice Bill refiriéndose al hombre que recibió a Liliana y a Diego en la entrada del hotel — Y que tal
si acabamos con la tensión del lugar, podría ser a tu finca, Diego, ¿qué opinas?
— Pues qué opino? — Dice Diego — pues que tienes razón, loco. Sólo que hay un
resto de gente y no todos los conoces.
— No importa, fresco — agrega William
— Creo que sí hay algo que importa — dice Liliana levantando la voz — Hace tiempo que
tengo una o unas dudas; ¿Quién es Jane? ¿Quién es Antoine? ¿Quien es le Chef? y ¿Qué fue lo que pasó
entre tú y Sandra?
— Por partes ¿sí? — empieza a responder Bill — Jane fue una amiga, o eso creí, ya no
es nada, un cuerpo congelado en algún anfiteatro alemán. Antoine, aquí presente, sí es un amigo,
ambos trabajabamos para el Jefe. Y el Jefe o le Chef, como le dices fue un malparido que utilizaba
estudiantes para transportar droga a través de Europa. ¿Alguna duda sobre esto?... No. Bien.
Y sobre Sandra, ¿me preguntabas? tú la conoces y me conoces, conoces como ha sido el proceso, y sólo hasta
ahora se te ocurre preguntar, Sandra es mi amiga y creo que lo seguirá siendo y si hubo algo más no pasó de
ser un juego de adolecentes.
— Hablando de Sandra, — comenta Diego — está preocupada por ti. No sé, creo,
ella me dijo hace como una hora por teléfono que si algo que comunicarnos ¿no?.
— Pues sí, Diego, — agrega Bill — fuiste clarísimo, pero fresco. No, para allá
voy ahora y si ustedes quieren ir n'est pas problème. Y Liliana, deseo que vayas, sería muy estupido
cualquiera de los dos que intente dejar de lado el pasado.
— Nadie está dejando de lado el pasado. — dice Liliana — Otra cosa es aprender de
lo sucedido y empezar de nuevo.
— Y no es lo que vas a hacer, — continua Bill — Además, ahorita me odias y odias a
Sandra, te sentirías engañada quien sabe por qué vaina, pero yo te digo, Lil, han pasado muchas cosas,
ambos hemos conocido nuevos y diferentes mundos, incluso ahora yo tengo un poder relativo y por eso no he
podido estar más cerca, pero, por encima de todo lo que haya pasado; te sigo amando, Liliana. Eso, creo,
siempre lo he sabido y en febrero lo confirmé.
— ¡Descarado! — dice entre dientes Liliana
— Y si quieres borrar el pasado sólo hay una forma... y eso. — dice Bill
mientras Antoine saca un revolver de la chaqueta y se lo alarga a Liliana — Sólo te pido que me dejes
saludar a Sandra antes de que me mates, luego mi hijo será el Jefe.