Estamos a punto de obtener un título profesional que nos acreditará como personas capacitadas en un campo con un buen presente y un promisorio futuro. Es al menos lo que esperamos después de cinco o más años estudiando una carrera que en ocasiones se vuelve muy técnica.
Y así es muy fácil creer que una carrera como ingeniería electrónica se trata sólo de electrónica, de laboratorios y de técnica. Materias como administración se encargan de mostrarnos realidades distintas que, al menos personalmente, nos muestran esa otra parte de lo que significa ser profesional.
A manera de examen final se nos pide hacer un ensayo sobre lo que ha representado la materia y lo que hemos aprendido de ella y al hacer el resumen me doy cuenta de un gran detalle y ha sido mi ausentismo a clases. Supongo que por algo, el día que se establecieron las reglas del juego abogué por que la clase comenzara más tarde y la asistencia no fuera computada en la nota. Supongo que como en muchas democracias suele suceder tuve el derecho de opinar antes de que la mayoría escogiera por mí en contra de intereses grandes míos tales como alcanzar a leer el periódico mientras desayuno.
Resumiendo: las pocas veces que el periódico, el último sueño de la mañana o cualquier circunstancia x me permitieron llegar a tiempo a la clase —o al menos llegar—, me encuentro con un pequeño mundo distinto de conocer realidades que en ocasiones pasan desapercibidas, de lo que significa dirigir —bien una empresa, bien una división— en este país. Una clase que, al menos a mi juicio, era entretenida. Con compañeros como Alejandro Forero mostrando su desacuerdo con las tesis del profesor o viendo una nublosa vista de la ciudad despertando y comprobando así la gran riqueza verde que esta selva de cemento aún tiene… al menos en la vista hacia el noroeste que se disfruta.
Y está el país.
Una perspectiva distinta a la usual… al menos para una persona que como yo no es asidua a las páginas económicas de los periódicos o las revistas afines. Una perspectiva a la que me he ido acercando poco a poco con la esperanza de algún día hacer algo por este terruño al que llamamos Patria. Hubo así dos cosas importantes que me aportó la clase por no ir a clase. Las dos únicas ocasiones en las cuales mi asistencia no se debió al sueño o a no alcanzar a salir a tiempo de la casa.
En el XI Encuentro Universidad–Empresa que organizara la Cámara de Comercio de Bogotá, se recalcó el hacho y el deber que los estudiantes en formación tenemos para con nuestro país y, especialmente, con nuestra ciudad. Competitividad es la palabra clave que está utilizando la Cámara de Comercio. La forma como ellos lo enfocan consiste en vincular a la universidad y a la empresa en proyectos conjuntos y, sobre todo, a los estudiantes sobresalientes en sus universidades a las empresas.
Un seminario taller sobre la paz organizado por la Fundación Paz, uno de los promotores originales del Mandato Ciudadano por La Paz la Vida y la Libertad, en el cual tuvimos la oportunidad de escuchar a personas de País Libre, el Comité Internacional de la Cruz Roja en voz de la señora Manzarrasa (creo que así se escribe), y a nuestros compañeros de varias universidades que estábamos presentes en la Sala de Plenaria del Senado a una semana de las elecciones regionales.
Hay así un mensaje claro que ha salido de esta clase entre otras y es sobre la responsabilidad que tenemos como profesionales de hacer algo porque el mundo que nos rodea, comenzando por este país donde vivimos… o para decirlo mejor y a sugerencia del candidato presidencial Antanas Mockus: nuestro país.
Comenzando por nuestra ciudad añado bajo la idea que se nos recalcó durante el XI Encuentro Universidad–Empresa.
Y esto está a tono con mis expectativas de lo que deseo hacer. Con la idea de hacer de Bogotá una ciudad más amable, más vivible, más humana. O, como dice el Ingeniero Carlos Cuartas cuando presenta los estatutos de la universidad, podríamos omitir la palabra 'más' de la frase anterior: …una ciudad amable, vivible, humana.
Tal vez cuando salgamos de la universidad como profesionales hechos, llegaremos a cargos donde tendremos algún poder. Poder como gerentes o como jefes de algún departamento técnico. Poder como asesores. Incluso poder como taxistas si llega a ser el caso. Si lo que deseamos con el poder es embriagarnos con un elixir más enviciador que la plata misma o desarrollar, con él un mejor país; una Patria.
Este es un compromiso personal que estoy poniendo por escrito. Es el compromiso de hacer lo que esté en mi alcance por construir ciudad y construir patria. De alguna forma que aún desconozco hacer de Bogotá y de Colombia los lugares donde quiero vivir.