Uno de los mayores temores que se presentan cuando se emprende un cambio tecnológico se encuentra en el desplazamiento de empleos y si un sistema inteligente aplicado a una ciudad es capaz de reducir trámites, necesidades de transporte físico y puestos de control se puede prever una reducción de puestos burocráticos, en el sector de transporte y en la policía de tránsito, entre otros.
Uno de los principales problemas de la tecnología es que, entre más compleja, exige un mayor grado de capacitación en los usuarios de la misma y esto puede cerrar las oportunidades de trabajo a personas que por su nivel socioeconómico no hayan tenido la oportunidad de capacitarse o de comprender los paradigmas de una tecnología compleja.
Un ejemplo palpable sería si se reemplazan los buses actuales, montados sobre chasis de camión, con cajas mecánicas, registradoras mecánicas, un botón para abrir y cerrar la puerta delantera —no se usa ya que siempre permanece abierta— y otro para abrir y cerrar la trasera, etc. por un bus moderno con la carrocería adaptada a un fácil acceso a pasajeros limitados, mando automático, puertas que se abren automáticamente al parar en un paradero y no permiten arrancar antes de ser cerradas, control de pasajeros por tiquetes o tarjetas de prepago y un sistema de comunicaciones. Si bien para un usuario acostumbrado a la tecnología puede representar un vehículo más fácil de conducir al reemplazar las dificultades de 24 cambios mecánicos por una caja automática y eliminar del conductor la necesidad de abrir y cerrar puertas y recoger el dinero de los pasajes mientras arranca; el cambio radical en la forma de conducir el bus inhabilita a varios conductores actuales quienes tienen que pensar ahora en manejar el equipo de comunicaciones, en no arrancar antes de que las puertas se cierren o en resolverle problemas a los usuarios con la compra de tiquetes. Si a esto se le suma una posible reducción del parque de autobuses tras la racionalización del sistema, son precisamente los conductores con incapacidad de adaptarse a la nueva tecnología los que, no sólo se quedarían sin sus empleos sino que no estarían capacitados a tomar un nuevo empleo dentro del nuevo sistema.
Si bien es posible que varios puestos resulten obsoletos dentro de una ciudad inteligente, muchos otros se crean. La idea es que suceda con los empleos lo que sucede con otros muchos elementos actuales dentro del nuevo concepto de ciudad inteligente y es la racionalización de funciones.
Si mediante una semaforización inteligente y una señalización adecuada se elimina gran cantidad de personal destinado al control del tráfico y mediante un sistema automático de detección de faltas y sanción de infracciones, los policías dedicados a estas labores perderían sus funciones; esta reducción de cargos permite dedicar mayor pie de fuerza a la seguridad ciudadana o dedicar gran parte del personal de tránsito a la educación preventiva.
Uno de los puntos que conlleva esta propuesta es que muchos de los empleos que se desplazan al automatizar la ciudad al ser considerados superfluos, no implican que exista un desplazamiento de personal. Un de los puntos a los que se podría llegar es a racionalizar las funciones de los empleados. Por ejemplo: los policías que no se requieran para controlar a los infractores o dirigir el tránsito pueden dedicarse a planes de prevención vial a través de la educación o para atender más rápido un llamado de emergencia en caso de un accidente. Aún así estar disponibles para dirigir tránsito o controlar infractores en el momento en que los sistemas automáticos fallen.