Eliana tenía un modo especial de llamar a las personas buscando siempre un rasgo oculto de su personalidad y convirtiéndolo en un adjetivo. Así estaba segura de que podía recordar muy bien a todos aquellos seres que rodeaban su mundo permitiéndose el lujo de ocultarlos a los demás. Eliana siempre se había interesado en la criptografía como uno de los muchos aspectos que rodeaban todo aquello que le entusiasmaba: lo oculto y lo secreto. Es así como no temía dejar su diario personal a la vista. Confiaba que cualquiera que leyera sus páginas creería más que se trata de un cuaderno de cuentos cortos, de fábulas de animales fantásticos que se desarrollan en un mundo irreal. Y las historias, aunque ilógicas en ocasiones, resultaban interesantes. Siempre me había preguntado cómo hacía Eliana para tener una imaginación tan viva, siempre había una historia nueva cada día. Pero Eliana había olvidado un punto. Una clave no puede mantenerse por tiempo indefinido o corre el riesgo de ser descifrada.
Conocí a Eliana hace dos años, cuando entré a la universidad. Realmente la conocí un poco después y me pareció una chica bonita, como muchas otras niñas con las que uno se encuentra a diario, pero nada en especial. Yo estaba enamorado en esa época. Bueno, no exactamente enamorado, pero sí tenía mi novia; una compañera de mi colegio que salió conmigo. Elsa Liliana se llama y aún mantenemos el contacto. Pero al salir del colegio los mundos se apartan. Aún los compañeros de colegio que entraron conmigo a estudiar ingeniería en la Javeriana nos hemos ido dispersando con el tiempo. Y empecé a conocer a otras personas. Elsa Liliana entró a otra universidad y eso permitió que poco a poco una relación que nació de la cercanía física se fuera muriendo. Fue Elsa Liliana quien rompió conmigo pero a decir verdad ya ni me importaba. Simplemente me reí cuando una conversación en un bailadero comenzó con un "tenemos que hablar" y más adelante siguió con un "debemos darnos un tiempo, conocer a otras personas, estar seguros de lo nuestro". Yo estaba seguro de "lo nuestro". Sabía que para mí Elsa Liliana era más una hermana que una mujer a quien deseara. "Pero seguimos siendo amigos" terminó ella de decir. Yo no dije nada en especial, me limité a ocultar mi sonrisa y poner cara de "cómo así". Me terminé de tomar mi cerveza, un último baile esa noche y a llevarla a la casa, en silencio. Cuando dejé a Elsa Liliana en su casa le subí el volumen al radio. Me sentí bien de no haber sido yo quien la dejara sino ella a mí porque eso me daba libertad sin sentirme culpable. Aunque lloré al llegar a la casa. Cómo se atrevió a botarme, pensé.
Lo primero que hice con mi libertad fue no perder el tiempo sin lanzármele a Eliana. Como dije, al conocerla no me impresionó demasiado pero a medida que el tiempo pasaba me dejé atraer por esa misteriosa pelada. Una vez tuve la oportunidad de leer su cuaderno de cuentos me impresionó tanto su misticismo, su forma de escribir, su body... Poco a poco empecé a notar que disfrutaba de su compañía, de su conversación, de sus ojos verde azulados. Coincidimos al semestre siguiente en física y lo primero que hice fue buscarla para hacer un grupo de laboratorio. Supuse que yo también le agradaba a ella aunque ella sabía de mi novia pero a decir verdad no se me hizo extraño, no porque me considere un tumbalocas sino porque siempre he sido un buen conversador, alguien que logra sacar de cada uno de quienes lo rodean algo para hacerlos felices. Eliana tenía también su novio, pero al igual que con Elsa Liliana conmigo, el tiempo y los otros intereses los fueron separando. Nunca me le declaré formalmente a Eliana sino que una vez en que estudiábamos en casa de otro amigo, un grupo grande, para un parcial conjunto de cálculo, en un asalto a la cocina coincidimos y le robé un beso. Ella no dijo nada durante la noche, se limitó a buscar mi mano para mantener ese contacto hasta que llegó la hora de irnos a nuestras casas a dormir. Cuando salimos del parcial me sentía feliz. Había respondido los puntos acertadamente según lo comprobaba comparando respuestas con los que iban saliendo. Pero mi felicidad acabó cuando salió Eliana. No pregunté. La abracé, le di un beso en la frente y la llevé a la cafetería sin preguntarle siquiera si pensaba almorzar. Teníamos física, laboratorio, pero decidí faltar y hacerle compañía, dejarla llorar en mi hombro mientras trataba de consolarla. Le besé los ojos, la boca... ella respondió a mi beso y duramos de novios como unos ocho meses.
Conocí mucho de ella durante ésta relación. En particular sus cuentos en los que la ardilla engañaba al saltamontes, o el cocodrilo salía a bailar con el unicornio. En el que la reina de las hadas conjuraba una pócima para robustecer al sol y la pequeña cigarra estrangulaba al roble. Entre más conocía de Eliana más misteriosa se tornaba y eso la hacía aún más fascinante. Ya antes había notado que en el directorio de su agenda no figuraban los nombres de sus conocidos sino seres fabulosos y animales, seguidos de pequeñas frases. Pensé en un principio que era parte de sus excentricidades, de su misteriosa forma de ver la vida. Al fin y al cabo cuando recibía un teléfono de alguien lo anotaba en cualquier parte, generalmente en el día a la fecha. Pero después noté que cuando consultaba un teléfono iba a su directorio y lo daba. La clave la tuve leyendo un libro de Jaime García, la computadora humana, sobre métodos mnemotécnicos, que había comprado años ha, cuando aún estaba en primaria y que había encontrado en la biblioteca de mi casa hacía como tres meses.
La curiosidad me movió, tomé su agenda y su cuaderno en una oportunidad y los fotocopié y armado del librito mágico procedí a descifrar mi nueva adquisición. Lo primero que comprobé fue que la clave de Eliana no era la de Jaime García. Así que el reto se ponía aún más interesante. Traté de fechar el diario y compararlo con el mío, cuya única seguridad ha sido esconderlo bajo uno de los cajones de mi closer. Y la luz empezó a hacerse cuando sospeché que Heidi era Eliana y que el manantial era yo. Fue un trabajo más de análisis de frecuencias que de comparación ya que Eliana siempre cambiaba los verbos haciendo sus frases más enredadas y completamente ajenas de lo que uno pudiera pensar que fueron los hechos que las originaron. Busqué al manantial en su agenda y comparé con mi número telefónico. Traté de pensar que palabras correspondían a cada número y empecé así en forma mi trabajo de investigación.