De especial no había nada esa mañana, muchas caras familiares de muchos desconocidos que diariamente recorrían con ella las mismas estaciones y otros rostros desconocidos pero que bien se trataban de indios, africanos, venecos o cachacos que de tanto haber visto de ellos es como si se supiera de memoria sus caras... Estación Central, suena una voz sobre el murmullo o la gritería que reinaba en el vagón, el chirreó metálico que acompaña la frenada, las puertas que se abren y un tumulto de gente que sale seguido de otro tumulto de personas entrando. Algunas caras nuevas y la atención se desvía sobre dos blancos que por el modo de vestir no dudó en clasificarlos como rites. ¿Algo nuevo? tal vez, si bien no son raros en la ciudad era sí extraño verlos en la aglomeración de un metro a las ocho de la mañana. Además uno de ellos no estaba del todo mal, pensó, pero apartó la vista de ellos cuando sintió que el volteaba a mirarla. No estaban muy lejos y en medio del ruido logro escuchar que comentaban algo en su extraño idioma y reían. Volteó a mirar y encontró los cuatro ojos verdegris sobre ella, así lo sintió al menos... Ayuntamiento; dijo la voz por el parlante y a la apertura de las puertas hacía ella parte del tumulto saliente suponiendo nulas las posibilidades de volver a ver al rite que quedaba en el vagón.
Un anuncio en el periódico ofreciendo empleo en para aquellos que estuvieran dispuestos a trabajar duro con la ambición de ser alguien, de ganar un buen pan y un buen techo y de superarse. No era mucho el empleo que por aquellos días había en Barranquilla así que buscó contacto en la dirección indicada. Eran varios los trabajos que se ofrecían y en su gran mayoría trabajos de hombre, pensó ella: construir edificios, levantar puentes, tender vías férreas, etc. pero entre ellos encontró algo que consideró que venía con ella, con los planes que tenía para su futuro y lo que ella sabía hacer: cocinar en un restaurante. En lo poco que su escasa educación le permitía comprender era un trabajo perfecto; no muy pesado, decente, con posibilidades de superación ya que incluía capacitación en el campo escogido y educación en otros campos que le abrirían posibilidades, en otras palabras más bonito de lo que pintaban los políticos. Además, diecisiete años, sin familia ya que su madre la había dejado al cuidado de una tía hacía ya cuatro años cuando se fue a vivir con un puertorriqueño a Nueva York y no volvió a tener contacto con ella, y su padre, algún hijueputa que nunca dio la cara y de quien ella nunca oyó hablar a su madre, no tenía ella obstáculo para irse a esa nueva ciudad de sueños que estaban construyendo. Una ciudad de sueños que fueron desvaneciéndose poco a poco al verse limpiando el piso a las ordenes de una cocinera liberiana que apenas hablaba español, yéndose a asar a un salón donde le trataban de explicar que x no es una letra sino que representa un numero tal como a, b y c, o i y e, y terminar el día en una cabaña de madera compartiendo habitación con una paisa, dos peruanas, una albanesa y cinco africanas.
Sube las escaleras como todos los días a esa hora y los reflejos del sol sobre la fachada de espejo del edificio Atlas la enceguece por segundos, como casi todos los días, pero algo no era como casi todos los días cuando caminaba esos cincuenta metros bajo el sol entre la salida del metro y la entrada a la cafetería Athinas del edificio Atlas. La imagen de cierto mono ojiverde, ¿o eran grises?, de más de metro noventa de estatura y unos veintisiete, veintiocho años, vistiendo jeanes, botas y una chaqueta de cuero a los treinta y tantos grados centígrados que a pesar del aire acondicionado hace en esos trenes, no se le salía de la mente.
Punta es una ciudad cosmopolita, reciente i moderna. Es tal vez la ciudad de América Latina donde más idiomas se pueden escuchar en la calle, aún encima de Nueva York o Los Angeles. Una ciudad donde es igualmente fácil encuentra una persona de cualquier región del país como a un turco, un chino, un palestino o un etíope, por la importancia económica adquirida por las refinerías, la cercanía a Cerrejón y las oficinas centrales de RITH situadas en medio de la ciudad, se convirtió en una ciudad visitada por personas de todas partes del caribe y del planeta tanto como lugar turístico con su cercanía a las playas de exuberante belleza de la Guajira y su moderna arquitectura, como para negocios, tránsito e incluso, como destino de inmigración, tal vez para eso fue hecha, para rodear las torres de RITH del ambiente de una gran metrópolis sin nada que envidiarle a las grandes ciudades europeas, gringas o suramericanas. Pero sacar una ciudad de la nada en cinco años requiere de técnica y mano de obra, mano de obra suficiente para remover tierra, construir puertos, fábricas, carreteras y edificios, para construir su propio futuro con escuelas y vivienda, con puestos de salud y en donde trabajar cuando no haya nada más que construir. Y así se ofrecía. Pero desafortunadamente lo que ofrecía el país, a pesar de su 14% de desempleo era poco y al mismo tiempo grandes partes del mundo se convulsionaba en guerras y problemas y cantidades de personas con deseos de trabajar por si mismos se movían por el planeta, ¿Qué no darían por un lugar tranquilo donde trabajar y donde pudieran llegar a ser alguien? y las construcciones se empezaron a llenar de africanos, filipinos, palestinos y otros pueblos. Personas que según las condiciones de sus contratos tendrían que en menos de diez años ser perfectos colombianos, pero no colombianos definidos en Bogotá ni colombianos definidos en Barranquilla o Riohacha, sino colombianos definidos por RITH, destinados a vivir en una sociedad definida por RITH; hispanoparlantes civilizados amigables y trabajadores y así mismo sería con cualquier ñero, paisa, rolo o pastuso, cualquier veneco, peruano o haitiano que resultara allá. ¿Desculturización? Tal vez no desde cierto punto de vista; cualquier guajiro, árabe, chino o haitiano seguirá hablando su guajiro, árabe, chino o francés, seguirá siendo guajiro, musulmán, o budista pero no budú, tendrá hijos colombianos que hablen guajiro, árabe, chino y francés y que crean en Cristo, en Alá o en si mismos, en la igualdad entre razas y sexos, en la tolerancia religiosa y en el orgullo de ser colombianos según esta definición y de ser así mismo guajiros o árabes o lo que sean. La cultura propia se adapta a ciertas normas pero se mantiene y así se piensa.
Los rites son unos seres que empezaron a invadir al mundo coincidiendo con la construcción de Punta Guajira, es la forma tradicional como los punteños llaman al clan que dirige a RITH, lo conforma, y le da significado. Ellos son RITH, el RITH que se esconde tras las fábricas, los almacenes y los bancos que figuran bajo su nombre, el RITH escondido tras los espejos levantados pocos kilómetros al sur del Parque Central de Punta Guajira en aquel complejo llamado Centro RITH, de ahí el nombre de rites, seres extraños que visten raro, hablan raro, se comportan raro y tienen plata y poder.