Contra el León

El Sargento Scott sabe que no es fácil. Recuerda lo duro que ha sido llegar hasta allí y sabe lo duro que será seguir. Está algo nervioso y por eso no puede concentrarse en la lectura. Un artículo sobre los problemas de los rayos ultravioleta A sobre la piel y como evitarlos. No es nada interesante ni encuentra nada nuevo pero era la única revista en inglés que había allí. Además así tenía algo en las manos para descargar los nervios. Siente que alguien acaba de acercarse a la puerta. Sus ojos se ponen inmediatamente sobre la perilla de la misma mientras suelta la revista. Instintivamente acerca su mano al revolver pero concientemente evita tocarlo. Sabe que cuando el León aparezca por la puerta es mejor no mostrarse agresivo. Los instintos de éste son más rapidos que los suyos y lo mejor es no provocarlo. La puerta se abre y dos jovenes aparecen ante los ojos de Sargento Scott. Uno es el León, así lo reconoce y el otro es el Doctor Reyes. Los dos sonríen mientras se despiden, se cruzan unas palabras en español, reconoce el Sargento Scott. «No olvide decirle a la pelada» grita el León antes de que el Doctor Reyes desaparezca por la puerta de salida. El Sargento Scott observa el repentino cambio en la fisionommía del León cuando este voltea a mirarlo y le pide, en un perfecto inglés New England, que pase al despacho. El Sargento Scott se para de la silla donde había estado sentado los últimos tres minutos. Una eternidad de sólo tres minutos. Entra al despacho seguido del León y a pesar de los nervios y el miedo, o tal ves por ellos, se fija en el negro color de las paredes que se matiza con gris hacia el piso el cual está cubierto por una alfombra de este último color. El escritorio color madera claro y la gran ventana panorámica rompen la monotonía de los negros y gises de todos los demás elementos de la habitación. Aún así hay una buena iluminación y no tiene problema en localisar una silla donde se sienta sin esperar la invitación. El León se sienta en el borde de la mesa y lo mira. El Sargento Scott entiende lo que el León quiere y tras terminar de organizar las palabras comiensa a hablar. «I'm Sergeant Scott...» comienza presentandose y en seguida trata de explicar los motivos de la cita. Era indescriptible la impreción que causaba la decoración de la habitación, el ver tan cerca, para arriba al León, no tanto por lo que este mostraba físicamente sino por el significado que tenía. Esta impreción empiesa poco a poco a apoderarse de toda su mente evitando pensar en lo que estaba diciendo. Es así como termina tartamudeando y pronunciando sílabas sin sentido. Nunca había pensado que fuera tan dificil entregarle una citación a ese hombre que tenía ante sí. Antes de quedarse mudo recuerda cuando empesó a trabajar en el caso. Estaba aún llenando el informe del caso Stevenson cuando oyó el teléfono. Las palabras de su jefe fueron claras: tenía que investigar la manera de llevar al León a la corte. ¿Por qué? como en toda mafia; los hechos son conocidos por todos, todos sabían que los negocios legales que manejaba el León en Chicago eran sólo una disculpa para estar allí, era vox populi el pelígro que representaba no sólo para la ciudad sino para el país o incluso el mundo entero, muchos homicidios se le atribuían a lo largo y ancho de toda la nación gringa, planes de desestabilización de las instituciones democraticas del gran país del norte. Parecían una mafia los negocios de el León, pero no eran una mafia. Era peor, era un elemento que dentro de la legalidad podía ser más peligroso que la peor arma de guerra que tenían los Estados Unidos. Se sabía que donde el estaba o había estado, su orden se había impuesto. Y su orden nunca era el establecido. Era peligroso porque a su alrededor había muerte. Era peligroso porque amenazaba lo establecido. Era peligroso porque podría convertirse en héroe. Y no era el heroe que el orden actual requería.

El León era fácil de encontrar en los periodicos. A pesar de la alta autocensura. Era fácil de encontrar en los archivos de la CIA, de la KGB o de cualquier organización de inteligencia. A pesar de la fuerte autocensura. Era interesante mirar el mensaje que aparecía en los computadores de Inmigración en la mayor parte de los paíces cuando algún dependiente avisaba su precencia, de una u otra forma daba instrucciónes de no molestar y dejar pasar sin hacer más preguntas. Hay que proteger prioritariamente la integridad física de las personas al rededor. Y los temores no eran del todo infundados. Mucha genta ya había intentado matarlo. Estuvo o tal vez está aún en las miras de todas y cada una de las mafias que hay en Estados Unidos. En la agencia central de inteligencia recuerdan como han fracasado todos sus intentos de asesinarlo. Grupos extremistas de izquierda o derecha, ejercitos y guerrillas, agencias de inteligencia y delincuantes comunes, todos lo han querido matar alguna vez y ninguno lo ha dejado de intentar.